martes, 17 de febrero de 2015

Carta para un recuerdo





Querido recuerdo:


¿Cómo estás? Me decido a escribirte esta carta porque siempre habrá algunas cosas que ninguno de los dos logremos comprender, así que espero que de este modo, escribiéndote,
al menos yo lo consiga.


Había en aquellas cartas una frase que siempre aparecía, y que él me repetía cada día que nos veíamos..."mi pequeño sol resplandeciente". Así me llamaba y así empezaban siempre, siempre. Yo era su pequeño sol, resplandeciera o no, porque a pesar de que el sol esté oculto tras las nubes, allí está siempre. Que tópico, pero así es.


Esas cartas eran recuerdos de una etapa de mi vida y que destruí, si. Aún no me explico el porqué de aquella decisión. Porque no fue mía, yo solo fui la mano ejecutora, la que rasgó y tiró a la basura miles de palabras escritas que solo eran eso, tinta sobre papel.


Pero los recuerdos no se destruyen así. Son mas que tinta sobre papel, mas que un puñado de fotos recortadas donde aparecemos con sonrisa, sin ella, agazapados tras un árbol del parque o con cara de estar en las nubes.


Los recuerdos viven dónde sea que vivan, o dónde tu quieras que permanezcan, o dónde sea que vayan a parar, alma, corazón o baúl, como en aquella canción...


Los malos, los que dejan cicatriz, intentamos olvidarlos o maquillarlos de colores alegres, disfrazarlos quizás. Los buenos ahí seguirán si los alimentamos y deseamos que sigan viviendo en nosotros. Pero jamás se destruyen. Se alimentan  porque se recuerdan. No los olvides y siempre estarán ahí.


Aquella frase no se me olvidará jamás..."mi pequeño sol resplandeciente". Y por eso sigo brillando incluso detrás de las nubes. No por él ni por sus cartas, ni por su recuerdo, sino porque alimento ese sol recordando que está ahí, todos los días.


Siempre tuya, no te olvido.



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