martes, 1 de diciembre de 2015

CERRADO POR DERRIBO




Este bálsamo no cura cicatrices,
Esta rumbita no sabe enamorar,
Este rosario de cuentas infelices
Calla más de lo que dice
Pero dice la verdad.
Este almacén de sábanas que no arden,
Este teléfono sin contestador,
La llamaré mañana, hoy se me hizo tarde,
Esta forma tan cobarde
De no decirnos que no.
Este contigo, este sin ti tan amargo,
Este reloj de arena del arenal,
Esta huelga de besos, este letargo,
Estos pantalones largos
Para el viejo Peter Pan.
Esta cómoda sin braguitas de Zara,
El tour del Soho desde un rojo autobús,
Estos ojos que no miden ni comparan
Ni se olvidan de tu cara
Ni se acuerdan de tu cruz.
No abuses de mi inspiración,
No acuses a mi corazón
Tan maltrecho y ajado
Que está cerrado por derribo.
Por las arrugas de mi voz
Se filtra la desolación
De saber que estos son
Los últimos versos que te escribo,
Para decir con dios a los dos nos sobran los motivos.
Esta paya tan lejos de su gitano,
Este penal del puerto sin vis a vis,
Esta guerra civil, este mano a mano,
Estos moros y cristianos,
Este muro de Berlín.
Este virus que no muere ni nos mata,
Esta amnesia en el cielo del paladar,
La limusina del polvo por Manhattan,
El invierno en mar del plata,
Los versos del capitán.
Este hacerse mayor sin delicadeza,
Esta espalda mojada de moscatel,
Este valle de fábricas de tristeza,
Esta espuma de certeza,
Esta colmena sin miel.
Este borrón de sangre y de tinta china,
Este baño sin rimmel ni nembutal,
Estos huesos que vuelven de la oficina,
Dentro de una gabardina
Con manchas de soledad.
No abuses de mi inspiración,
No acuses a mi corazón
Tan maltrecho y ajado
Que está cerrado por derribo.
Por las arrugas de mi voz
Se filtra la desolación
De saber que estos son
Los últimos versos que te escribo,

Para decir con dios a los dos nos sobran los motivos.






domingo, 27 de septiembre de 2015

Papel mojado




Defecto, virtud... 

¿O valentía?

Sensaciones en papel.

Olor y tacto
solo imaginados.

Solo dibujados.

¿A que hueles?

Sé que mis dedos 
engancharían en tu pelo.

Pero que los besos
siempre quedarán impares.

Por escribir de mi corazón
y atreverme 
a garabatear en tu alma.


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viernes, 18 de septiembre de 2015

Engaño


Tengo que limpiar los cristales.

Esta mañana escuché
el rumor de la lluvia.

Miré y era el viento
entre las hojas.

Había sol.

Solo era eso.

Y fue suficiente.


lunes, 7 de septiembre de 2015

Pocas palabras



Cascarones vacíos
cuencas oscuras
muñecos rotos
pantalones sin piernas.
 
Cuerpos huecos
bolsillos llenos
tu dinero
las miserias.
 
Y tus creencias,
las muertes.
 
Humano no cree en humano, guerra.
 
 
 
Imagen. No hay fotografía.
 
 
 

miércoles, 26 de agosto de 2015

Mi caja de quereres



Tendré que ir ordenando
los cajones, los amores.

Aunque ya no me quieras,
yo te guardo tu lugar.

Aunque ya no te amo,
de manera te conservo.

No intacto,
porque todo es cambio.

No atado,
porque no hay cadenas.

Pero si caminos
que se entrecruzan.

Así, de vez en cuando
aparece alguien.

Y se queda mas tiempo,
porque no hay horas.

Y tampoco llaves.

Solo corazones.


Memento mori.


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lunes, 3 de agosto de 2015

Agua del norte



 
A mi Rosa compañera,
de palabras y de espinas.
 
Como uñas de gato,
son dulces si ella quiere
y afiladas necesarias.
 
Alimentada d'orbayu
crece y crece siempre
a pesar de que la corten.
 
Mira el rompeolas
con los ojos bien abiertos
y si algún día
el mar te sobrepasa,
como tempestad
rabiosa y destructiva...
 
Recuerda que está la playa.
 
I
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miércoles, 22 de julio de 2015

Rompecabezas


Recortes de piel
como de piezas de puzzle,
todo casaba.
 
En el reverso llevaban la solución,
ahora borrada.
 
Porque se acerca la guerra lenta
de cero a noventa y nueve.
 
Solo era un juego.
Y nos divertíamos.
 
Estoy cansada de esperar
a que el tiempo se encargue.
 
¿De colocar cada cosa en su lugar?
 
Amo mi desorden.
Y los días pasan.
 
 
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martes, 30 de junio de 2015

Uno de los cuatro



Guardo en botella agua de mar.
Y en un frasco de cristal,
tengo arena.
 
Absurda melancolía
cuando los coloco ante mi.
 
La idea de retener lo libre,
oscura hiel.
El miedo que mata al hombre,
ignorancia temblorosa.
 
Saudade, estás próxima.
 
Múdate en cuanto puedas
al número que quede libre
en la calle paralela.
 
Y déjame tu sombrero negro.
 
O a ese banco en el parque,
y dame una cita, romperemos.
 
No quiero que hagas nido aquí,
aunque te ame.
 
 
Melancolía. Edward Munch.
 




viernes, 26 de junio de 2015

Eter

Tu cota de malla frente
a mi cuota de estrellas.
 
Se está acabando ya el ascenso.
 
El punto álgido no es el mas alto,
es el más frío.
 
Por eso
 
Para las heladas del ansia
no hay defensa
ni abrigo.
 
Para el invierno de los sueños en primavera,
no valen los soles.
 
Ni pentagrama de luz,
los elementos.
Eterna lucha de los opuestos.


Mi akasha.



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sábado, 13 de junio de 2015

Casi mil grados



Hipatia desgajada.
Alma, corazón,
tu recuerdo y Gaia.


Florece por tercera vez
mi verbena.


Y esa antigua melancolía
como loba de mil dientes
que no tiene leche,
devora.
Madre salvaje,
suéltame.
Quiero volver.


Ritos de fuego.
Una sola vela.
La que no encendí.


Tres kilos de ceniza y
cuatro diamantes.



Añadir leyenda






martes, 2 de junio de 2015

Serendipia



Nunca he creído en las casualidades, ni en las coincidencias.

Pero que alucinante es ver como cualquier forma de vida puede estar conectada, menos nosotros, los humanos. 

Me hace  pensar que algo fundamental nos falta como seres vivos. Nos destruimos entre nosotros, nos autodestruímos sin un ápice de remordimiento.

Entonces aparecen personas con las que conectas de manera especial y sin saber el porqué, verdad?

Sin afán nos encontramos un día, puede ser que buscáramos raíces a las que aferrarnos, aires nuevos que respirar, nuevas hojas, volver a la vida...creo que era yo. Tu ya estabas.

Hoy junto un poco de todo para ti. En mis recuerdos te vas a recordar. No todos son de los demás, porque ya hay un poco de tu yo en mi, para que sepas dónde buscar.

No te ha vencido la muerte. Los demás, de ti, hemos ganado vida.

Mónica, tu sabes que Dios y yo llevamos mucho tiempo peleados. Por eso no le voy a pedir nada para ti. Pero si a la Madre Tierra, para que te abrace como solo tu te mereces. Estas en la raíz de las cosas ya, en lo importante que sostiene todo y que no se ve. En la magia del cosmos, como decías tu.

Te quiero cabrona de mi alma.

Re-cordis.



El árbol de la vida.
Imagen de internet.



jueves, 28 de mayo de 2015

Rosa rosae


 
Cuando aprenderás
pequeño pedazo de carne,
corazón,
que no has de exponer
tu sangre al viento
para que todos la beban.
 
Dosifica tus latidos,
ahorra impulsos.
Baja de la garganta
y vuelve al pecho.
 
O mejor, sube a la cabeza
y olvida, oblitare
oblitus, oblivisci.
Para dejar de querer comprender.
 
Et re-cordis.
Volverán a pasar
escarpadas felicidades
que no te corresponden.
 


 

jueves, 9 de abril de 2015

Interiores


Vómito de tierra seca.

Adentro,
entraña de seda.


En medio,
garganta atenazada.


Como de piedra.

El tiempo gira la esquina.
Que equivocado está..


Se dobla o se tuerce.

Trágame y luego,
hazme volver.


Entera y nueva.



domingo, 5 de abril de 2015

Narciso nunca escribió un te quiero en sus poemas


Azucena deshojaba flores incansable, un día tras otro. Sentada en un banco de su jardín, miraba los parterres y elegía su objetivo, acompañada siempre de su gata. Vivía allí desde que estaba en aquella casa.
De hecho, ni recordaba si Luna vagaba por el jardín antes que ella. Había olvidado tantas cosas, lugares, nombres. Caras que se emborronaban cuando venían a su memoria las personas, la persona, él.
Cuantos recuerdos que se habían marchado. Algunos se fueron solos, otros los echó ella. Pero todavía le quedaban unos cuantos, ahí, repartidos en cajoncitos bien clasificados: dolorosos, dulces, amargos, de los que hacían llorar o reir. Los calurosos. Los sexuales, tan húmedos... y los de amor.


En el jardín había colores de sobra. Entre el verde, pegados a la tierra oscura y húmeda que cada mañana, después del café sin azucar, pisaba descalza sintiendo el frío que la terminaba de despertar. Un gran roble  majestuoso presidía el centro del jardín y cada día lo rodeaba, dándo tres vueltas aun incomprensibles para ella, pero rituales en su mañana. Para terminar abrazándolo. A pesar de las rosas que vivían con él.

Paseaba, miraba y elegía.

A veces eran margaritas silvestres, que crecían entre la maleza, pero que se negaba a arrancar.
Porque daban mucho juego y ya las conocía. Siempre salía no. Pura matemática y maldito Fibonacci.
De hojas grandes y albas, siempre había una, esperándola en especial para los lunes, cuando ella sabía que podría engañarla, aunque no supiera nada de números.


Junto al muro del fondo, había un seto grandísimo de adelfas de todos los colores, al que normalmente ni se acercaba. Lo había dejado crecer sin preocupación, ácido prúsico que la tentaba en ocasiones.
Ni siquiera Luna las olisqueaba, era su instinto. Solo las cochinillas y los pulgones se alimentaban con avidez de su savia fresca y sabrosa para ellos.


En el rincón mas sombrío crecían las hortensias en un gran macizo, azules recordando al cielo, poderosas flores férreas, con infinitos pétalos, imposibles de deshojar si ese día Azucena tenía prisa por saber. Porque allí el frío le calaba los huesos.

También estaba el estanque, de agua oscura e insondable, pero lleno de color. Eran los nenúfares, que enraizaban en el limo del fondo y surgían cada primavera del barro, como esculpidos perfectos flotando entre el verde de las enormes hojas y el agua putrefacta, que nunca se renovaba, pero tampoco se evaporaba.
Y aquellos lirios, que no sabía como habían llegado alli, y que a pesar de su belleza eran invasores del agua y que Azucena se esforzaba por arrancar sin mucho éxito... como intentaba eliminar de su corazón aquella herida del que había conseguido entrar y que se reproducía cada mañana al abrir los ojos.

Después de pasear por todo el jardín, llegaba hasta el nogal, su nogal. Su tatarabuelo lo había plantado haciendo oídos sordos a su mala fama como árbol de mala suerte y ella, sin escuchar a Perséfone, se sentaba a su sombra. Daba igual, todos los días le dolían los huesos y sospechaba que jamás volvería a volar.

Arrancaba una de rama de espliego y allí, rodeada de nueces caídas, comía sus flores. De una en una las ponía delicadamente entre sus labios...si, no, si, no, si, no, y masticaba el dulzor. Cuando daba con la flor amarga se acababa la cuenta de síes y noes. Y volvía a la casa.

Nunca supo si Narciso la amó de verdad. Sí, se lo decía...te quiero. Pero jamás lo escribió en sus poemas para ella, para Azucena. Y solo quedó, entre tantas flores el eco condenado en el reflejo del estanque y la espada de sus palabras clavada en su alma.


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domingo, 29 de marzo de 2015

Mi duda


Se pasea por mis alrededores.
Me tienta.
A veces me rodea entera,
como una nube de lluvia negra.
 
Y me susurra... créeme.
Abre los ojos,
los de la cara.
Los que leen lo que escribes.
 
Demasiado recuerdo, si.
Me he dado cuenta.
Desde el primer segundo ,
en el que le doy vida,
todo pasa al cajón donde guardo mis cosas.
 
Nada vuelve a pasar dos veces.
Además en primavera, no todo florece.
 
 

viernes, 27 de marzo de 2015

Búsqueda y encuentro


Buscamos desde que nacemos. En el pecho de la madre la leche y el calor de la supervivencia.

Nos destetan y seguimos buscando. En otro pecho ajeno, ese calor de vida que seguimos necesitando.

Algunas veces, sin buscar, encontramos. Pero nada es casualidad. Hay que seguir la búsqueda.

¿Qué es lo que buscamos ahora? Confundidos, aceptamos lo que llega que nos buscó a nosotros.

Un descanso, un rompeolas en calma y vemos carne de marionetas, ases sin manga, las albadas mas negras...
 

Pero hay que seguir caminando. Siete vidas gatas para encontrar lo que no sabemos si será.

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martes, 24 de marzo de 2015

De madrugada


Desde los ojos por dentro
Desde la piel en silencio
Omnipresente y despierto
A medio caer tu memoria


En esas horas silentes.

El recuerdo recurrente
ese que mas duele, el traidor.


Ahí se presenta y te apuñala.
Donde parece que duermes.


Sabor de rabia en la boca.
Olor de sangre en el alma.


Eso debe ser el rencor.

No te dejes, no lo abraces.
Ni lo mires, no lo quieras.


Despierta o sigue durmiendo.
Pero no dejes que te acompañe.


miércoles, 18 de marzo de 2015

Algo incomprensible

Tiempo que me juega
hace muecas con mi sonrisa
cierra y abre mis ojos.
 
A su antojo.
 
Y obliga a mis manos
a retorcerse
esbozando garabatos.
 
Imposibles.

Mientras trazaba Circulos
María me dijo
demasiado lugar común
y mucha paja...

Mi pelo va creciendo
mientras vuelvo
a esos lugares
donde hay estrellas de cartón
que no brillan,
lunas narigudas
que me sonrien
colgadas en la pared.
 
Y soles amarillos
de fría porcelana china
coloreados a pincel.
 
Malditos astros
 
Genciana, rosa silvestre
y mímulo bebo.
Y abrazo un gran roble.

Siempre que el tiempo
no me pase de largo
jugaré la partida de la vida
sin ases en la manga
 
Color de corazones




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jueves, 12 de marzo de 2015

Hoguera


Aquel beso ceniciento
la durmió esa noche,
después de arder
en ascuas.


Ciega.

Demasiado tiempo
despierta en su sueño,
solo quedaba rescoldo
amargo, medio apagado.


Sordo.

Y fueron volando buitres
vestidos de gaviota de tierra,
sin olor a romero ni mar
planeando risueños su festín.


Mudos.
Imagen de internet
 

viernes, 6 de marzo de 2015

Mi casa

 
 
Y se hicieron cristales
de tu presencia rota
copos de sal oscura
componiendo fríos
un corazón inerme.
 
Y caen con cada lágrima
deshaciéndose...
en agua que antaño era
cálida hidromiel que daba
el sabor a mi boca.
 
Y ahora, tiempo sin tiempo
vivo en una casa,
en las afueras de mi misma.
Junto palabras como ramitas
del bosque, para hacer fuego
por si acaso me faltara calor.
 
O mi voz.
 

lunes, 23 de febrero de 2015

Tu y yo.

 
Dejaremos de querer la rutina de besar
y después la del verso en pan para comer.
 
Nos caeremos desde el alféizar
donde colgaban nuestros pies
a la hora del trabajo del amor,
sin saber su sabor.
 
Porque en el fondo somos iguales
a la diferencia común del resto de todos los demás.
 
A los que nunca quisimos pertenecer.
 
A los que nunca serán nosotros.
 
 
Poesía seleccionada para aparecer en esta antología
www.diversidadliteraria.com


domingo, 22 de febrero de 2015

Noche sin vela

Ayer ocupé la noche
en escribir un poema
con la tinta del insomnio.
y papel blanco de seda.


Intenté dibujarte de letras,
les gritaba a mis pinceles,
solo salieron contornos.


Y no pude recordarte

Marchabas por nuestro camino
transparente, sin memoria.


Entreveía por ti el horizonte.

No te ibas, solo andabas
entre piedras, musgo y jaras
para llegar hasta el mar
te volvías a momentos...
sin enseñarme la cara.


Pasabas por la estación del Olvido.

Allí los recuerdos giran,
todo se va y luego vuelve
como el mar en retirada
o muro de rompeolas,
ese que siempre rompe
la fuerza de todo huracán.


Allí viven circulos eternos
de pensamientos sin flores.
Infinitos, sin palabras.
Molinos de agua salada.
Trenes a nuestro interior
que pasan y nunca paran.


Todo incomprensible sin pies.
Hogueras de sentimientos.

Tengo mi almohada de arena
donde apoyo mi cabeza
para descansar en tu playa
pero se deshace sin sueño
y no duermo, no duermo...


A lo mejor ya mañana.

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martes, 17 de febrero de 2015

Por mitades

Unas nubes calientes en mi helado café
alguna estrella que brille en mi mano
me darán el fuego eterno?


No se.


Media vida entera algunas veces
deja al aire un antiguo fósil de corazón.
Trampa de tiempo y amalgama de arena
que me paraliza los pies.

Entonces, en la otra mitad inacabada
me pintaré los ojos de color miel.
Remendaré poemas de amor,
Desharé nudos imposibles
De pena en la garganta muda.
De amor de manos sin tacto.

Y haré burbujas de jabón
para encerrarte ahi, vacío de días
Y te quitaré el envoltorio para amarte.

Carta para un recuerdo





Querido recuerdo:


¿Cómo estás? Me decido a escribirte esta carta porque siempre habrá algunas cosas que ninguno de los dos logremos comprender, así que espero que de este modo, escribiéndote,
al menos yo lo consiga.


Había en aquellas cartas una frase que siempre aparecía, y que él me repetía cada día que nos veíamos..."mi pequeño sol resplandeciente". Así me llamaba y así empezaban siempre, siempre. Yo era su pequeño sol, resplandeciera o no, porque a pesar de que el sol esté oculto tras las nubes, allí está siempre. Que tópico, pero así es.


Esas cartas eran recuerdos de una etapa de mi vida y que destruí, si. Aún no me explico el porqué de aquella decisión. Porque no fue mía, yo solo fui la mano ejecutora, la que rasgó y tiró a la basura miles de palabras escritas que solo eran eso, tinta sobre papel.


Pero los recuerdos no se destruyen así. Son mas que tinta sobre papel, mas que un puñado de fotos recortadas donde aparecemos con sonrisa, sin ella, agazapados tras un árbol del parque o con cara de estar en las nubes.


Los recuerdos viven dónde sea que vivan, o dónde tu quieras que permanezcan, o dónde sea que vayan a parar, alma, corazón o baúl, como en aquella canción...


Los malos, los que dejan cicatriz, intentamos olvidarlos o maquillarlos de colores alegres, disfrazarlos quizás. Los buenos ahí seguirán si los alimentamos y deseamos que sigan viviendo en nosotros. Pero jamás se destruyen. Se alimentan  porque se recuerdan. No los olvides y siempre estarán ahí.


Aquella frase no se me olvidará jamás..."mi pequeño sol resplandeciente". Y por eso sigo brillando incluso detrás de las nubes. No por él ni por sus cartas, ni por su recuerdo, sino porque alimento ese sol recordando que está ahí, todos los días.


Siempre tuya, no te olvido.



jueves, 12 de febrero de 2015

Porque en el fondo sé
que cada beso que daré
será un plagio de aquel
primer beso que di.

Y no es que buscaré
en cada mi primer amor
ese aroma del ayer...

Solo que sea el primero
Cada vez.

martes, 10 de febrero de 2015

No pierdas tu tren


Abrió los ojos de repente. Todavía en esa frontera entre el sueño y lo real, miró el despertador...Tic, tac, tic, tac, caminando sin cansancio hacia la hora después de, de...


-Maldita sea! Llego tarde!



No podía perder el tren. Tenía el pasaje desde hacía días, pinchado en el corcho de su cocina, y lo contemplaba cada vez que se sentaba a soñar despierta delante de un plato de lo que fuera aquello que comía, porque todo le sabía igual, daba lo mismo lo que pusiera en él, todo le sabia a sueño en la boca.



Tenía la mochila preparada desde la semana anterior, esperándola al lado de la puerta. La veía cada vez que entraba y salía de su casa y también parecía que la mochila la mirase cada vez que pasaba, incluso le susurraba...cuando nos vamos?



Así que se ducho rápidamente, se vistió con la ropa que había dejado en la silla y salió a la calle con el pelo mojado aun y con unas gotas de perfume fresco de mar, salió corriendo. Vivía cerca de la estación, le encantaba pasear por ella en medio de ese hormiguero en ebullición de gente que viene y va, alegrías y tristezas de encuentros y despedidas, sentarse sola en un banco y ver a la gente pasar, nada mas.



Esta vez iba a ser ella la que tomara el tren. Por fin. Con el billete en la mano, subió y buscó su asiento... Genial !!



Se sentó junto a la ventanilla y cuando empezó a moverse, miró y se despidió de las hormigas...miró los railes correr y los árboles pasar, miró hacia adentro y cerró los ojos...y comenzó a escuchar el mar cada vez mas cerca y a saborear su sueño con mas fuerza.



Con el sabor del mar ya en la punta de la lengua y ese olor tan especial que recordaba desde pequeña, volvió a despertar por segunda vez en el mismo día. Esta vez no se sobresaltó.



Recordaba haber hablado con una abuela que viajaba en el asiento frente a ella -que divertida contando historias de su nieto-, y con un chico joven que leía a su lado una novela y comentaron -Que pesadas se me hicieron a mi las primeras cien páginas- También se acercó... al vagón restaurante a tomar una cerveza -le gustaba helada- y estuvo comentando un buen rato con el camarero...coincidieron en una cosa, los trenes habían perdido el encanto de antaño...



Aquellos viejos expresos con compartimentos donde podía crearse un pequeño mundo si querías. Los viajes en coche-cama, maravillosa aventura para cualquier niño, llena de seres extraordinarios si mirabas por la ventanilla al anochecer. Las carreras por los pasillos sin que a nadie le molestara... La velocidad había hecho perder todo eso. La velocidad de la vida y la del tren. Los viajes duran poco, sobra prisa y falta tiempo. Y nos da miedo hablar con desconocidos.



Tenía ese defecto, según su ex-marido, hablaba con todo el mundo, en cualquier parte, de cualquier cosa...ya callarás alguna vez, que con todos tienes que hablar...bla, bla, bla. ¿Defecto? De esa manera se había encontrado por primera vez con su sueño.



El tren estaba entrando en la estación de destino y el viaje se le había hecho corto, tan corto, que tenía la sensación de no haber salido todavía



Se desperezó en su asiento, estirando los brazos hasta que le sonaron todos los huesos, y cargó la escueta mochila a su espalda.

¿Para qué más? bastante equipaje llevaba ya...y había llegado la hora de desprenderse de bastantes cosas, y de recuerdos también, que no son cosas, pero pesaban como piedras en su bolsillo.



Aunque en el mismo momento en que pisó el andén, todos vinieron de golpe, como si la recibieran en la estación, y no le daban la bienvenida precisamente.



Era todo aquel tiempo que quería dejar atrás, que le atronaban en la cabeza, como algarabía de patio de colegio a la hora de la salida. Porque era como si lo escuchara, como si lo viviera de nuevo.



-A ver, calma Ana María. Ya estás de nuevo aquí, dónde querías estar y de dónde no hubieras querido salir jamás -Se dijo a si misma...y respiró hondo.



Su padre había sido un gran hombre de negocios, respetado y querido en toda Barcelona. Su madre, como casi todas las madres de aquella época, había dejado de trabajar desde el mismo momento en que se ennovió con aquel apuesto caballerete, repeinado con gomina y de trajes un tanto ridículos.

Nunca faltaba un sombrero en su cabeza y un bastón, que aunque no necesitaba, le daba ese porte de hombre importante y algo mas de seguridad en si mismo.



De su madre poco contaré, pues murió al poco de nacer Ana, un 29 de febrero. Solo que fue una mujer bella, muy bella. Aún le quedaba a ella algún vago recuerdo de su olor, del tacto de su piel y alguna fotografía ajada dónde aparecía siempre del brazo de su padre, nunca sola. Y siempre de un lado para otro de la casona junto a la playa, siempre ocupada en algo, a pesar de que tenían servicio.



Al poco tiempo de morir María, su padre se volvió a casar, por conveniencia de negocios, cosa común también en aquellos años, con la única mujer que quiso cargar durante un tiempo con una hija que no era suya. Que distinta era a su madre. Pero incluso guardaba algún buen recuerdo de aquella mujer. Las mañanas en la playa, con todo el equipaje de rigor para pasar el día. Las cestas con la comida, la bebida, las sombrillas, las sillas y la mesa y la retahíla de gente que se ocupaba de montarlo todo para que la señora estuviera cómoda.



Por aquel tiempo, también se habían dedicado a viajar bastante, por toda España, incluso Europa. Siempre en tren, en aquellos trenes que a Ana María tanto le fascinaban. En su memoria permanecía intacta la playa de Biarritz y el Hotel du Palais.



Cuando Ana María empezó a hacerse mayor, los negocios de su padre comenzaron a ir de mal en peor. El ambiente en la vieja casona ya no era agradable. Su padre, a ella le daba esa sensación, había envejecido muchos años de repente. Poco estaba en casa, siempre fuera. Ni siquiera con su madre postiza estaba a gusto. Parecía que la sobraba ya aquella adolescente un tanto respondona, que llegaba tarde a menudo a la hora de cenar y que prefería salir con sus amigos a la playa en lugar de estar con ella.



Llegó un momento en que Ana María se hizo un tanto molesta para la familia y fué entonces cuando su padre decidió casarla, si, casarla, con un señorito madrileño de familia bien, dueños de una fábrica de tintes en el barrio de Tetuan y de una quinta donde vivían en Chamartin.



Ella lo aceptó resignada, la convivencia en aquella casona de indianos junto a la playa, tan querida por ella, se había vuelto imposible. La obligaban a alejarse de su mar, de su aire, de su sal. Y con cuatro maletas y un baúl, y una mucama que la asistía, marchó a Madrid. Se la llevaron.



Los años siguientes Ana se limitó a dejar pasar los días, los meses, los trenes, la vida. Fiestas, viajes, amantes, viajes, fiestas, amantes...sexo, drogas, muchos boleros y Dom Perignon. No recordaba felicidad en el salón de baile. Intentos de nada, fracasos en todo y vías muertas. Y mucha melancolía y añoranza.



A cada paso que daba hacia la salida de la estación de su destino, mas se acercaba al comienzo de todo, del principio de sus días, de su origen, de su sal, del mar.



Su padre se arruinó gracias a sus tejemanejes, y a sus contactos y sus padrinos, irónicamente aquellos que le encumbraron y que luego le dieron la puñalada por la espalda, dejándole solo sin una peseta y sin reputación que valiera. Aquel sombrero y el bastón que había llevado con tanto orgullo, porque no quedó mucho mas, se los llevó su amigo Charly. Y así murió, solo, pues su segunda mujer lo había abandonado hacía mucho tiempo, llevándose su tajada como todos los demás. Su hija no había vuelto a verle desde que marchó fuera de Barcelona y ni siquiera supo de su muerte en su momento.



Un día, de esos escasos que salía a pasear por Madrid, casi obligada y colgada del brazo de su marido, mas que nada por las apariencias y para dejarse ver por los murmuradores de portales y esquinas... pasaron por delante de un local que antaño fue una mercería y tienda de lanas. Habían puesto una agencia inmobiliaria muy llamativa y lujosa, con muchas fotografías de casas embargadas en el escaparate y dos muchachos trajeados, bastante atractivos y dispuestos a ganarse su comisión con una gran sonrisa en la boca.



Ana se paró delante del escaparate y pese a los refunfuños de Gabriel, su marido, miró atentamente todas las fotos, una por una y se atrevió a decirle, muy nerviosa:

-Calla!! Déjame que mire, es un momento... esta casona... es la mia!

Al ver a la pareja, uno de los comerciales salió fuera de la tienda y se dirigió a Ana:

-Buenos días, ¿puedo ayudarla en algo señora?

Mientras tanto, un exasperado Gabriel gritaba:

-Vamonos ya!! tenemos prisa, hablas con todo el mundo...que más te dará a ti esa casa!!



Ella ya se había soltado del brazo de su marido y estaba dentro de la inmobiliaria. Gabriel se alejó y entró en la cafetería de la esquina. Allí se quedó.



Poco le costó decidirse. Era su amada casona junto al mar. Incluso reconoció las cortinas del ventanal que asomaba al sol cada mañana. El vendedor le contó la historia de porqué estaba allí su fotografía. -Era lo único que había quedado, embargado por el banco y ahora a la venta, de su antiguo dueño.



Se había encontrado con todo lo que añoraba inconscientemente desde que salió de Barcelona. Con su sueño. Le costó un mes divorciarse, alquiló un pequeño apartamento en Atocha hasta que pudo formalizar la compra de la casona y el resto, el viaje.



-Ana María, ya estás, ya has llegado-.Ya estaba ahí. Corrió por el paseo, abrió la cancela del jardín, ahora salvaje. Corrió una vez mas por el breve camino empedrado hasta las escaleras llenas de musgo. Subió de dos en dos los peldaños, tiró la mochila y metió la llave para reencontrarse con su sueño.



Descorrió las cortinas polvorientas del ventanal, se sentó y de nuevo cerró los ojos. Ahora no dejaría la vida pasar, la viviría, sin mas.